El conejo es barato, sano y está
riquísimo. Además, en la cocina francesa protagoniza unas preparaciones lujosas
y con un pedigrí imbatible: à la
moutarde, fricasseé de lapin, civet, terrine… Y ¿qué decir de nuestro muy
castizo conejo al ajillo? Lo veo poco por los mercados de Huelva, me dicen que
no hay demasiada tradición y que a la gente no le gusta. Gabe, un colega
australiano, me comentaba que allí tampoco se come, sobre todo porque se trata
de un animal que se suele comprar como mascota y al que los niños tienen mucho
cariño, o sea, que es como comerse al p**o Mickey Mouse. ¿Qué eso es un rata? Y
a mi qué, se puede comer ¿no? Pues entonces. En el título he puesto
interrogantes porque no quiero herir sensibilidades. Más todavía, quiero decir.
Para la receta de hoy necesitamos
un conejo entero. Haremos una buena cantidad de este guiso, en la nevera
aguanta bien y, además, se puede congelar. Así que ya que nos ponemos… También
queremos dos zanahorias hermosas peladas y cortadas en rodajas, media cebolla
picada, un pimiento verde en trozos, otro rojo, un par de dientes de ajo
picados, un vaso de vino blanco, una cucharada de pulpa de pimiento choricero,
sal, pimienta y un bote de tomate triturado de 390 gramos.
Es posible que no hayas
encontrado el conejo en una carnicería y lo hayas comprado entero en una bolsa.
Debes trocearlo. Bonito trabajo te espera, supongo que habrás visto ese
peliculón titulado El Día de la Bestia… Se trata de una autopsia en toda regla.
En internet encontrarás vídeos sobre el despiece. El momento cabeza es gore
neozelandés en estado puro. Yo la desecho. De los pulmones, hígado, corazón y
riñones mejor ni hablamos, qué tacto, si te viera Jack el Destripador,
uuuffffff. Pero si sabes lo que te conviene sólo tirarás el bofe y congelarás
el resto de vísceras bien protegidas en un papel film. Se trata de un material
de primera y lo necesitarás para otro tipo de recetas… si es que no quieres
freírlo en una sartén y comértelo como aperitivo con un poco de sal y una
cerveza fría. Después del desguace conejil te lo mereces de veras. Aprovecha
que salpimentas el hígado y demás para hacer lo mismo con la carne.
En una olla grande con aceite
soasa el conejo a fuego fuerte casi como si fuera para comértelo ahí mismo.
Paciencia. Hazlo por tandas y resérvalo. Baja el fuego y vuelca toda la
verdura. Sofríe. Cuando tenga un color dorado y brillante añade la pulpa del
pimiento choricero, dale un par de vueltas y vuelve a meter el conejo dentro de
la olla. Añade el vino y cocina hasta que evapore el alcohol. Vierte el tomate,
tapa la olla y que cueza a fuego medio una media horita. Durante ese tiempo
juega con la tapa para que la salsa quede a tu gusto, rectifica de sal y vigila
el tono muscular del bichejo en cuestión.
Has pasado un mal trago pero
comerás como un semidiós durante varios días. No te olvides de comprar un buen
pan para mojar en la salsa y enchufa en el estéreo rocanrol burro de vikingos y
taparrabos… de piel de conejo. Ted Nugent, Manowar y Saxon obeceden a tus
propósitos.
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