Durante muchos años la pasta fue
para mí un mero vehículo con el que llevarme la salsa a la boca. Un mal
necesario para no comerme a cucharadas la carbonara, la boloñesa, el pesto, la
sobrasada, el chorizo, el tomate frito y el queso rallado. Vaya una tontería
eso de echar en el plato espaguetis y macarrones, vaya manera chorra de
difuminar tal avalancha de sabores. Mi opinión cambió en cuanto me hice mayor
para estas cosas de la mesa y del comer y adquirí conciencia sobre tres
factores capitales para apreciar este alimento. A saber: la calidad de la
pasta, su forma y su tiempo de cocción. Y un truco que os desvelaré en la
primera receta.
Con una pasta de calidad bien
cocida disfruto más que con una de marca blanca, le encuentro mejor sabor, ya
no la inundo de salsa, descubro matices que hasta ahora permanecían sepultados
bajo toneladas de tomate, nata, bechamel, chorizo o queso. Es cierto que una
buena pasta italiana sale un poco más cara que las de andar por casa pero la
experiencia no tiene ni punto de comparación: no se pega, está más sabrosa y
huele mucho mejor. Además, su textura mejora de manera notable si la dejamos en
su punto justo de cocción, eso que los italianos llaman “al dente”. Que su alma
todavía se pueda partir con los dientes pero que no se encaje en los huecos de las muelas, que no esté cruda ni dura, que su
sabor todavía recuerde al cereal del que está hecha y que no quede en absoluto
babosa, chiclosa o descompuesta. Ah, y se necesita mucha agua para cocerla, más de la que acostumbramos a poner en España, para que haya el menor contacto posible. Y una cucharada de sal muy generosa.
Mafalda, tagliatelle, penne, tortiglioni, spaguetti, ziti y las que
te rondaré, morena. Las variedades son casi infinitas y según los italianos cada
variedad combina perfectamente con un tipo de sugo, así que vale la pena investigar el asunto y probar varias
combinaciones. Me gusta la pasta larga y lisa para las salsas con nata y
acompañamientos tipo gambas o verduras cortadas en trozos grandes. Las largas y
onduladas como la mafalda atrapan de
maravilla la carne picada, el ragú de pato o el bogavante desmigado. Cuando las
remueves dentro de la olla las variedades huecas estilo penne se acaban rellenando de tomate, carne picada, aceitunas
troceadas o anchoas trituradas de una manera excepcional y, además, son
fantásticas para gratinar.
Dejamos atrás todo este rollazo y vamos con dos recetas que se hacen de una manera muy rápida y sencilla y que os
alejarán por un tiempo de los sobres de polvos y los botes de salsa que tan a
menudo veo en vuestras alacenas.
Con gambas y piquillos
Por un lado fríe en aceite de
oliva virgen un diente de ajo laminado y una guindilla. Añade unas colas de
gambas descongeladas (al loro con los salpicones), que cojan color. Añade los
pimientos del piquillo que te sobraron de la noche de pinchos troceados
finamente y dales un golpe de fuego.
La ración común de pasta es de
100 gramos por persona. Varía según la contundencia y cantidad de la salsa que
vayas a poner. Cuece los espaguetis al dente y reserva un cacillo del agua de
cocción. Escúrrelos, devuélvelos a la olla sin agua, vierte un buen chorro de
aceite sobre los espaguetis y añade las gambas y los piquillos. Y este es el
truco: vuelca agua de cocción sobre la pasta para alargar la salsa y hacerla
más cremosa. No te pases con el agua, no queremos un charco en el fondo del
plato. Remueve todo sobre el fuego un minuto y ya lo tienes.
Con salmón y nata
Necesitas salmón ahumado,
alcaparras, nata y eneldo. Cuece la pasta al dente, escúrrela, devuélvela a la
olla seca, añade el salmón troceado, nata líquida al gusto y un buen puñado de
alcaparras en vinagre. Dale una vuelta sobre el fuego y espolvorea con eneldo.
Ya está. Qué difícil ¿eh? Esta vez hemos prescindido del agua de cocción de la pasta
porque con la nata no va nada bien, al contrario que con salsas a base de tomate
u otras más secas, como las de pescado o marisco, verduras salteadas, ragús y
cosas por el estilo.
Y después de tanto cuento y tanto
refinamiento puedes solucionar este ataque de pastitis con aquel enorme disco de los italianos Klasse Kriminale, Ci incontreremo ancora un giorno.
Potente, sencillo y directo. Como estas dos recetas de hoy.
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