viernes, 22 de febrero de 2013

Sopa de tomate/pasta al pesto

 
Esta semana el magazine matinal de Uniradio, Campus Activo, se ha retransmitido en directo desde el pabellón de deportes de la Universidad de Huelva, en el Campus del Carmen, con motivo de las Jornadas de Puertas Abiertas. Por eso el jueves, el Bistró de Uniradio estuvo explicando a nuestros jóvenes visitantes los beneficios de tener en casa un pequeño huerto de plantas aromáticas. La gente de Agrónomos, cuyo stand estaba situado a unos metros de nuestro estudio móvil, tenía instalado un pequeño huerto y obsequiaba a los futuros universitarios con plantones de lechugas y tomateras si lograban construir un puente a escala diseñado por Leonardo Da Vinci con las piezas que se les proporcionaba. Pero los más manazas también tenemos derecho a condimentar nuestros platos con aromas como el del tomillo, el perejil, el perifollo, el cebollino, el romero o la albahaca, así que dejad los puentes para los ingenieros y poneos manos a la obra. Es muy buena época para sembrar y, si tenéis un poco de cuidado y ponéis algo de atención a vuestras plantitas, esta primavera disfrutaréis de una buena y fragante cosecha.
 
 
Yo, después de gastarme un dinerín en macetitas de papel-abono autobionutridegradable, comprar semillas y tierra y poner agua y cariño sólo pude salvar de la muerte a una mata de tomillo que medró como una centella y que me dio muchas tardes de gloria rellenando algún bouquet garni, adobando conejos y aromatizando sopas de tomate como la que hoy os traigo. Así que cobré conciencia de mi inexistente main verte y me compré una maceta de albahaca que alegra la vista de los invitados, disimula los malos olores y espanta a los mosquitos en verano, tres cosas fundamentales en la habitación de cualquier estudiante con algo de vida social. Y, además, contribuye a la elaboración de la espectacular pasta al pesto.
 
Supongo que si os gusta comer y cocinar no seréis de esos personajes aprensivos que lloran de pena cuando cortan un choco a trozos, pelan un lenguado, le cortan la cabeza a un conejo o arrancan hojas de la mata de albahaca. Vale, vale, los bichos están muertos y la planta está viva pero ¿qué capacidad de sentir dolor, pena, indignación o soledad tiene un vegetal? Un estudio de la Itchycoo Park University realizado por el doctor Steve Marriott pone de manifiesto la necesidad de cariño que tienen las plantas, además de un hábitat indicado para su plena realización como ser vivo. Esto no quiere decir que te acuestes con ella, que la lleves al teatro, a tomar copas (recuerda que prefieren el agua al gin-tonic) o no puedas ir a ver un concierto de los Wedding Present por si el dichoso ente vegetal se siente solo y le da por deprimirse. Trátala con respeto y te dará muchas alegrías. Prueba a ponerle música mientras le gastas la putada de quitarle algunas hojas. A mi albahaca le encanta el primer disco de los Small Faces para la Immediate y sus singles de esa época. Y mientras los escucháis podéis encargaros de estas dos recetas que tienen en el tomillo y el basilic sus ingredientes estrella.
 
 
Para la sopa de tomate: tres zanahorias peladas y en rodajas, tres ramas de apio sin hilos y troceadas en juliana, una cebolla picada gruesa, dos dientes de ajo picados, sal , pimienta, un bote de tomates pelados en conserva, medio litro de agua, una pastilla de caldo de pollo, un buen chorro de ketchup, una cucharada de salsa worcestershire (Perrins), una cucharada sopera de tomillo y diez hojas de albahaca.
 
Sofríe en tandas las verduras, por grado de dureza, dentro de una olla con aceite de oliva virgen. Primero las zanahorias, después el apio y finalmente la cebolla y el ajo. Salpimenta y añade el tomillo. Dale un par de vueltas al sofrito y vuelca el bote de tomates en conserva. Si fuera temporada te diría de utilizar buenos y maduros tomates de pera, pelados y sin durezas, pero estamos en invierno y para esta sopa prefiero unos de lata. Busca la marca que más te guste, no seas rácano. Añade el chorro de ketchup, sin cortarte. Vuelca el agua, pon la pastilla y déjalo hervir 25 minutos. Déjalo enfriar, añade las hojas de albahaca y la worcerstershire y tritura con la minipimer.
 
 
Para la pasta al pesto: Una cucharada sopera de piñones, tres cucharadas soperas de parmesano rallado, un diente de ajo picado, veinticinco hojas de albahaca picada (qué pena, pobrecita), aceite de oliva virgen extra, cien gramos de una buena pasta (de marca, italiana, sí) por persona, una olla llena de agua, sal.
Tuesta los piñones en una sartén con un poco de aceite, a fuego suave, removiendo y sin perderles la vista porque se queman en un periquete. Tritúralos junto al ajo, las hojas de albahaca (¿debería decirte que se enjuagan y se secan SIEMPRE?) y un buen chorro de aceite. No te pases, no queremos que quede demasiado fino. Pásalo a un bol y añade queso y más aceite mientras remueves con unas varillas hasta que te parezca bien. Enhorabuena, acabas de hacer pesto.
Cuece la pasta en agua con sal, reserva un cacillo del agua de la cocción, escúrrela, devuélvela a la olla. Con el fuego bajo añade a la pasta algo del agua de cocción y dos cucharadas de pesto. Remueve durante un minuto, sirve la pasta en los platos y añade más pesto.
 
 

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