El amor y el matrimonio van
juntos como el caballo y el carruaje. Lo cantaba Frank Sinatra en 1955 y lo
mismo pasa en Francia con el día de la virgen de la Candelaria y los crepes. El
dos de febrero marca el fin del ciclo navideño, se desmonta el belén, se
encienden todas las velas que haya por casa y se cocinan estas maravillosas y
doradas obleas cuyo nombre asocio, irremediablemente, a meriendas y otros
recuerdos de mi niñez. La infancia es la única y verdadera patria del hombre,
decía (más o menos) el poeta bohemio Rilke y por eso hoy os propongo un heroico acto de
patriotismo. Que hagamos crepes y les demos la vuelta en el aire con un golpe
de muñeca mientras sujetamos una moneda en el puño de la mano libre. Lo segundo
traerá fortuna y prosperidad a nuestra
casa y lo primero nos brindará la ocasión de limpiar a fondo la cocina y, por
qué no, una buena porción de techo.
Antes, conviene diferenciar entre
crêpes y galettes. Los primeros se hacen con harina de trigo y se suelen
comer acompañados de dulce mientras que para los segundos se utiliza harina de
trigo sarraceno (o alforfón) y guarniciones saladas. La podrás encontrar en tiendas especializadas
o en la sección de comida bio y dietética de los grandes almacenes e
hipermercados. Además de los ingredientes necesitaremos unas varillas, un
cucharón de servir sopa y una sartén con borde bajo. Y si resulta que tienes
una crepera con mango o una de esas eléctricas… vaya, me quito el sombrero, chapeau.
Para las crepes: 250 gramos de
harina de trigo, 2 huevos ligeramente batidos, una cucharada de café de azúcar blanco, media
cucharadita de café de sal, 400 ml de leche, 100 ml de agua, una cucharada de mantequilla muy
blanda.
Tamiza la harina en un bol
grande, añade el azúcar y la sal y mézclalo todo. En un bol aparte bate los huevos y mézclalos con la leche y el agua. Añádelo a la harina y pon la mantequilla sin dejar de batir porque necesitamos una masa homogénea. Cuando la
tengas déjala reposar en el frigo alrededor de una hora.
Mezcla con las varillas la
harina, el huevo y un poco de agua hasta que tengas una masa espesa. Entonces
la diluyes con el agua restante, la mezclas hasta que sea homogénea y la
guardas un par de horas en un lugar fresco y seco.
Mención aparte merece un postre
espectacular, mágico y evocador. Uno que es tan especial que tiene nombre
propio: le crêpe Suzette. Como toda
leyenda que se precie esta receta tiene orígenes inciertos y remotos, muchos
padres y bastantes maneras de contarla. Los puristas dicen que no se flambea, que sólo lleva la beurre suzette como condimento,
pero es fantástico ver en el restaurante cómo se acerca a tu mesa el señor del
esmoquin empujando un carrito con un infiernillo, una sartén de cobre y los
ingredientes que han hecho de este plato el final perfecto para una cena a base
de ostras, steak tartar y pies de cerdo empanados y gratinados. En París,
claro, muy cerca de Les Halles.
Crêpes Suzette para seis: dos
cucharadas soperas colmadas de azúcar ligeramente molida en un mortero, 1
cucharada de cáscara de naranja rallada, 125 ml de zumo de mandarina, 6 dados
de mantequilla, media tacita de Grand Marnier, media tacita de coñac, 6 crepes.
Funde el azúcar a fuego lento en
una sartén hasta que tengas un caramelo claro removiendo para que salga
uniforme. Vierte el zumo y la ralladura de naranja y deja que hierva dos
minutos. Añade los crepes plegados en triángulos y remójalos con ayuda de una cuchara.
Añade el Grand Marnier, el coñac y flambea arrimando la sartén a una llama.
Cuidadito con la cara, el pelo y la campana extractora. Pon un dadito de
mantequilla sobre cada crepe y, cuando se funda, sirve inmediatamente. Salsea.
Si no tienes más remedio puedes
utilizar zumo de naranja en lugar del de mandarina y un buen brandy en vez de
coñac, pero el Grand Marnier es insustituible en una merienda crepera comme il faut, o sea, como es de menester.
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