Un clásico de la cocina onubense
confeccionado con retales del fin de semana. Media cebolla haciéndose la tonta
en la nevera, un par de cucharadas del tomate que rallé para la tostada del
desayuno, un muñón de jamón que pedía a gritos una misión (y, como en
Apocalypse Now, por sus pecados le concedieron una), medio pimiento verde de ni
se sabe cuándo y un trozo de choco que era demasiado pequeño para hartarse con
él y demasiado grande para liquidarlo en una tapa sencilla. En fin, un despropósito,
sí, pero nada que no pueda arreglar un bote de garbanzos cocidos y una
cucharadita de pimentón.
En una olla pequeña sofríes la
cebolla y el pimiento verde, todo picado fino, junto con una hoja de laurel.
Troceas el choco, lo salpimentas y lo añades. Cuando el choco comience a
encogerse, añades el jamón en trozos pequeños, le das dos vueltas y espolvoreas
con el pimentón. Antes de que se arrebate, añades el tomate rallado y lo
remueves hasta que se cocine, un minuto. Entonces añades los garbanzos de bote en
su agua de conserva y algo más de líquido, según te gusten de caldosos. Deja
que hierva todo junto a fuego bajo unos quince minutos y tendrás una comida
estupenda para estos días en los que el frío vuelve.
Se me ocurre que quizá te haya
sobrado algo de pan que quieras freír y majar en el mortero con un poco de ajo
crudo, sal gruesa y cominos. Y que se lo puedes echar al guiso cinco minutos
antes de sacarlo del fuego. Pero se me ha ocurrido ahora, cuatro horas después
de habérmelo echado al coleto mientras escuchaba a Los Nikis contar su particular
versión de lo que le ocurrió a la Armada Invencible en Venganza. Que no te pase a ti lo mismo ¿eh?
No hay comentarios:
Publicar un comentario