martes, 19 de marzo de 2013

Habichuelas con almejas

Me declaro fan de las habichuelas. Me encantan las alubias en todas sus formas y colores. La fabada es, para mí, uno de los más grandes logros de la civilización occidental. Esta verdad se me reveló en un bar de Gijón mientras esperaba ver tocar al James Taylor Quartet. Guardo aquellas mongetes amb botifarra que me comí en Sant Sadurní d’Anoia como uno de los recuerdos más felices de mi vida. Y ¿qué decir de aquella cassoulet en Castelnaudary, con pato confitado, salchichas de Toulouse, costillas y tocino de cerdo? Cuando aparecen en las películas de vaqueros, en una sartén sobre una buena lumbre y entre tocino salado, se me cae la baba. El garrofó de la paella, los frijoles en el chili con carne o refritos y adornando un  buen burrito. Los judiones de la Granja con picadillo que abrieron camino a aquella monada de cochinillo en Segovia, la feijoada que me hinqué en el lisboeta café Martinho da Arcada, codo a codo con mi viejo este verano… ¡Pero si a veces sueño que soy Roger Daltrey en la portada del disco The Who sell out!
Total, que anoche se me metió en la cabeza cocinar hoy unas habichuelas con almejas y esta mañana me puse manos a la obra. Tenía de todo, excepto las almejas. Así que aproveché para probar unas del súper que vienen congeladas y envasadas al vacío, de buen tamaño y con un precio asequible. Acostumbrado a comprarlas en el mercado del Carmen… te puedes imaginar el reparo que me provocaban estos animalitos. Además, era la primera vez que las hacía. Así que no me duele confesar que he comprado pan extra por si todo se iba al traste y acababa haciendo unos sufridos bocadillos. Pero no, al final han quedado muy ricas y las he solucionado en un santiamén. Por eso te animo a que tú también las hagas.
 
Saca las habichuelas del bote y enjuágalas bien con la ayuda de un colador y una cuchara. Maniobra con cuidadito porque no queremos que se destrocen. Molaría que alguna llegara entera al plato. Sofríe una cebolla y un diente de ajo, ambos muy finamente picados. Cuando coja un poquito de color, añade media copa de vino blanco seco y deja que evapore el alcohol. Añade medio litro de caldo de pescado. No, espera. Si decides hacer esta receta es porque no has tenido la previsión de poner las habichuelas a remojo la noche anterior. Entonces, lo más seguro es que no tengas caldo de pescado. Vale, no te preocupes, añade medio litro de agua con media pastilla de caldo de pescado. Déjalo hervir a fuego lento cinco minutos y, entonces, añade las habichuelas. Que hierva todo junto unos cinco minutos más, a fuego lento. Ahora añade las almejas y una cucharada de perejil picado. Tapa la cazuela y déjala al fuego cinco minutos. Comprueba que todas las almejas se han abierto y ya lo tienes.
 
Ni que decir tiene que con unas buenas fabes, un remojado como toca y un hervor de dos horas junto a una cebolla, un puerro y dos tomates, este plato cambia radicalmente. Si tienes un fumet decente en el congelador y te acuerdas de sacarlo a tiempo, mejor que mejor. Y si las almejas son frescas y españolas en lugar de congeladas y vietnamitas… no hay color, desde luego. Pero yo las he hecho en veinte minutos, sólo he manchado una cazuela y un colador y el resultado no está nada mal.
 
Para finalizar. Reconozco que las legumbres secas de calidad, tras un buen tratamiento, son un auténtico manjar. Pero sostengo que, sin ser lo mismo, las legumbres de bote son una alternativa cómoda, rápida, digna y sabrosa. Y lo hago con conocimiento de causa, así que ahórrate el sermón del gourmet. Algo parecido me ocurre cuando, en una conversación sobre música, defiendo a muerte a The Soundtrack Of Our Lives: lo puedo hacer porque tengo toda la discografía de The Who, Love y Pink Floyd. Por eso valoro a los suecos en su justa medida. Lo hago de una manera razonada y sin la furia del converso… y porque los dioses del rocanrol me han otorgado esa facultad.
 

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